Espiritualidad
Nuestra vocación cristiana nos lleva a una fiel conformación con el Señor Jesús en su consagración a las cosas del Padre, es decir, a la proclamación de su Reinado de Gracia ante todos los seres humanos y a la manifestación progresiva de ese mismo Reinado en nuestra vida de fe, esperanza y caridad. Rasgo especial de los discípulos de Cristo es el reconocimiento de la intercesión materna de la Madre del Señor y el amor y devoción a la que el Nuevo Testamento nos propone como modelo de discípulo, miembro privilegiado de la Iglesia y prototipo anticipado de la perfección. Nuestra Hermandad promueve este amor y devoción a la Virgen, entendida como imitación de sus virtudes, por ser medio eficaz de acercamiento a Cristo Jesús y edificación de su Iglesia.
Nuestra vocación cristiana nos lleva a hacer del Evangelio que profesamos en el Bautismo regla de nuestro vivir. Procuramos cumplir los Preceptos del Señor, hacer nuestro el espíritu de las Bienaventuranzas, la pobreza de espíritu, la sed de la justicia de Dios, la misericordia, la pureza de corazón, el amor a la paz. Por ello, nuestro culto, que queremos expresión generosa de nuestra fe, ha de estar animado por la sencillez evangélica y acompañado por las obras de caridad. En él evitamos toda ostentación personal.